El Curso Central (antes “Básica”) de Planificación, destinado a profesionales de gobiernos de América Latina y el Caribe, se dictó anualmente hasta principios de la década de los noventa. Similar al período anterior, algunas de sus principales singularidades eran: ofrecer una visión multidisciplinaria y pragmática de los problemas del desarrollo asociada a un manejo integrado de las técnicas de planificación y la política económica; propiciar un estrecho diálogo y un intercambio efectivo de experiencias entre los profesionales participantes y como resultado exclusivo, fomentar la formación de una conciencia regional sobre los problemas comunes del desarrollo, sin perjuicio de las concepciones pluralistas observadas a lo largo de los países miembros de la CEPAL.
Durante los años ochenta, el enfoque de capacitación seguía siendo el de transmitir conocimiento, ahora con la incorporación de los temas contingentes que tenían como objetivo preparar a los funcionarios públicos para una época de ajuste estructural y de credibilidad a las acciones del mercado, mientras el Estado debía reducirse a la mínima expresión, de acuerdo con los postulados del neoliberalismo. En consecuencia, a los cursos se integran temas como el manejo macroeconómico, la deuda externa y el comercio exterior, entre otros. En este mismo período, se incorporan las variables ambientales en las tareas y procesos de planificación y en la capacitación al respecto; se mantiene una fuerte preocupación por los temas de desarrollo social, sobre todo respecto a programas de emergencia y en respuesta a los impactos del ajuste estructural; y se profundizan los temas de la programación de la inversión pública y los instrumentos hacia este fin, como también en la planificación de ciencia y tecnología y el desarrollo local y municipal, entre otros. En 1989 se introduce al curso central la especialidad de planificación industrial promovido por Fernando Fajnzylber.
Hacia el final del período, comienza a discutirse una nueva forma de planificación, una planificación estratégica de mediano y largo plazo, que toma en cuenta el entorno, así como la dinámica interna de los países, y pone especial atención a los problemas institucionales, al Estado de la democracia, a las fallas de descoordinación e información asimétrica y a la necesidad de coordinar a los agentes sociales.