Carlos Jiménez (Cegarra, 2015), responsable mundial de IEEE e-Government nos dice:
“Un gobierno inteligente es aquel cuyo modelo de gobernanza se caracteriza por el uso intensivo e inteligente de las TIC, por la maximización de los resultados positivos asociados al Gobierno Abierto y donde, además, se incorporan otros elementos de forma generalizada, como la interoperabilidad o la innovación abierta”. |
Desde un punto de vista social y político, implica incorporar nuevos modelos que (como la innovación abierta) permiten la resolución de problemas en la Administración Pública con recursos limitados, puedan colaborar nuevos actores como la ciudadanía, junto con otros como la Industria o Academia. Estaríamos añadiendo, a lo que se conoce como colaboración Público-Privada, también la colaboración de las Personas (ciudadanía).
No se trata de una transformación drástica que dará paso de una fase a otra (de gobierno digital a gobierno inteligente), sino más bien de un proceso de madurez transversal. En este proceso, el objetivo último de la Administración no varía; sigue siendo generar valor público y siguen siendo fundamentales la eficiencia, la eficacia, la orientación al ciudadano. Es este concepto de valor público el que hace la diferencia en el “para qué” de la transformación digital hacia un gobierno inteligente de la que nos referimos, en donde pasamos de instituciones (y el Estado en general) centradas en resolver situaciones de interés institucional a resolver necesidades de los ciudadanos y optimizar la experiencia del ciudadano con el Estado, en forma transversal; el concepto de trámite queda obsoleto y se instala el de soluciones a la ciudadanía.