Mediante la teoría estructuralista del desarrollo, se ha intentado explicar el motivo por el cual ciertas regiones se mantienen rezagadas desde el punto de vista de sus ingresos por habitante y por qué ese rezago va acompañado de una marcada desigualdad distributiva, tanto dentro de la región rezagada como de los países. En el manifiesto fundacional de la CEPAL (1949), Prebisch elige la difusión “lenta y desigual” del progreso técnico a escala internacional como punto de partida para explicar el origen de las diferencias en el grado de desarrollo de los países. A partir del movimiento desigual de la tecnología emergen dos estructuras polares, el centro y la periferia, que se perpetúan de manera endógena en el tiempo.
La dinámica asimétrica de la innovación y la generación de empleos entre el centro y la periferia, y dentro de la estructura periférica, es la clave para entender la persistencia de la heterogeneidad y de la extrema desigualdad que singulariza a la región.
En clara oposición a los supuestos de la teoría del crecimiento dominante hasta mediados de los años ochenta, en la teoría estructuralista del desarrollo el progreso técnico no se consideraba un bien libre ni mucho menos exógeno. La interacción entre el centro y la periferia reproduce las asimetrías tecnológicas y de ingresos en el tiempo, con especificidades propias de cada período histórico. Para ello concurren diversos mecanismos acumulativos en el proceso de aprendizaje y construcción de capacidades. Si el proceso de desarrollo se deja librado a sus propias fuerzas, es muy probable que las economías periféricas no consigan salir de una trampa de bajo crecimiento y bajo aprendizaje, a no ser durante períodos de buena suerte en la llamada lotería de bienes básicos (commodity lottery). Esta trampa reproduce patrones de empleo y distribución regresivos, asociados a una baja participación de las actividades intensivas en tecnología.
La reproducción de las asimetrías centro-periferia se asocia también a la evolución de variables que están más allá de lo tecnológico. Una rica tradición del pensamiento estructuralista se ha ocupado de las dinámicas sociales y políticas que afectan el ámbito institucional y los incentivos al aprendizaje y que refuerzan los mecanismos acumulativos del cambio técnico. No hay nada de inevitable o inmutable en el sendero de crecimiento de la periferia. Las políticas no son completamente endógenas de la estructura: hay trayectorias diversas que se van descubriendo y revelando a partir de decisiones estratégicas, que requieren de cierta creatividad e invención a cada momento. Hay estilos de desarrollo y la sociedad puede ejercer su capacidad de escoger entre futuros alternativos. Sin duda, en cada momento hay restricciones específicas, tanto en el plano tecnológico como en el de la estructura productiva y social. Las decisiones estratégicas son precisamente las que se toman con el objetivo de ir gradualmente superando las restricciones en el tiempo, en lugar de confirmarlas y reforzarlas.
Para entender correctamente las tensiones sociales que genera el subdesarrollo, así como los desafíos políticos que deben enfrentarse para su superación, es necesario entender cómo la dinámica de la estructura productiva y de la competencia internacional condiciona los agentes sociales y distribuye entre ellos costos y beneficios. El estructuralismo permanece como un marco analítico útil, tanto para comprender la dinámica macro y microeconómica del desarrollo como para pensar en las políticas de superación de la condición periférica.
El acceso a algunos de estos artículos puedes requerir la conexión a la red local de CEPAL.