La identificación de la visión sobre la desigualdad en la obra de Prebisch no resulta tarea sencilla, por diversos motivos. Por una parte, los múltiples aportes de Prebisch en relación con el desarrollo latinoamericano se integran en una visión totalizadora, que abarca el funcionamiento del sistema económico en su conjunto. Dentro de esa globalidad de pensamiento, la visión específica de la problemática de la desigualdad parece desdibujarse, y se requiere un análisis detallado para su identificación. Por otra parte, como él mismo ha reconocido, su pensamiento sobre el desarrollo ha atravesado por distintas etapas y ha sufrido modificaciones a lo largo del tiempo, reflejo de su condición de pensador teórico y a su vez consustanciado con la realidad económica.
Puede señalarse que en los trabajos de los 50 las menciones a la desigualdad se ubican en el contexto de las diferencias en productividades sectoriales asociadas con el concepto de heterogeneidad estructural, y fundamentalmente a la desigualdad entre países. En esta etapa, Prebisch responde a las corrientes generales del pensamiento que estudia principalmente el problema de la distribución del ingreso como resultado de las transformaciones sectoriales en la economía. El aporte de Prebisch en este sentido estuvo en el énfasis en las relaciones centro-periferia y en la desigualdad que se generaba y reproducía a nivel internacional por los diferentes patrones de especialización productiva. La desigualdad dentro de América Latina estaba implícita en el concepto de dualidad y heterogeneidad estructural. En esta etapa también aborda la distribución funcional del ingreso, lo que, por otra parte, va en línea con los modelos de crecimiento económico del tipo de Harrod y Domar, de inspiración keynesiana, que se enfocan en las necesidades de equilibrio entre los componentes de la demanda: consumo e inversión, asociados a las ganancias y los salarios. Pero el énfasis de Prebisch, a diferencia de Keynes, estaba en las restricciones de la balanza de pagos al crecimiento, por lo que las políticas keynesianas de expansión de la demanda en momentos de crisis de la balanza comercial, no harían más que profundizar los desequilibrios externos, si no se acompañaban de cambios estructurales.
En la década siguiente puede detectarse un cambio en la concepción. Si bien la desigualdad sigue percibiéndose como resultado de una herencia histórica y de la reproducción del patrón de especialización productiva e inserción internacional, que solo puede superarse a partir de la transformación productiva, en particular la industrialización, adquiere creciente peso la consideración de los factores domésticos de las sociedades latinoamericanas como bloqueos al cambio. Ya no solo se considera las determinantes externas, sino que desde un enfoque de economía política se abordan las políticas redistributivas de activos como un paso indispensable para poder cambiar la inserción internacional: aparecen las referencias a la reforma agraria, a las formas de consumo suntuario de las clases altas que acentúan las presiones al deterioro de la balanza de pagos, el estudio de las formas de comercialización y de muchas otras esferas sociales.
La mayor importancia asignada a la temática se traduce en una precisa caracterización de la estructura social de la región como altamente desigual en términos de riqueza y de ingresos. Esta estructura social se concibe como un obstáculo para el crecimiento económico, y debe modificarse como paso previo al logro del crecimiento económico sostenido. Esta estructura entorpece la movilidad social, entendida como el ascenso de los hombres con iniciativa y empuje y constituye un desincentivo a la actividad económica. Nuevamente resulta fundamental la idea de que el privilegio distributivo no se ha traducido en un fuerte ritmo de acumulación de capital, sino en exagerado consumo de los estratos superiores en relación con la precaria existencia de las masas populares. En esta línea, que sigue basándose en una concepción clásica de la desigualdad de ingresos como potencial incentivo para el crecimiento económico, la política redistributiva adecuada consistiría básicamente en la compresión del consumo de los grupos privilegiados, para que se tradujera en un continuo acrecentamiento de la acumulación de capital y posteriormente, el incremento de ingresos de toda la población. Esa igualación del consumo de la población (no necesariamente del ingreso), conduciría a la elevación del nivel de vida de las masas y a la mayor igualdad de ingresos a la larga, en lo que Prebisch denomina un concepto dinámico de redistribución. La redistribución inicial del ingreso, dados los bajos niveles de ingreso prevalecientes en la región, no constituye un camino, sino que el desafío está en la contradicción entre la notoria insuficiencia de la acumulación de capital exigida por la tecnología moderna y el exagerado consumo de los grupos de altos ingresos. Se hace necesaria por ello la cooperación exterior.
En los 70 aparece la visión más moderna de desigualdad, o más vinculada a lo que hoy se entiende por desigualdad, asociada a la estratificación socio-económica. En la obra de los 80, mientras tanto, sus escritos critican los cambios en la orientación de las políticas económicas en la región, y anticipan importantes consecuencias no ya en términos de desigualdad, sino de marginalización y exclusión social. Al mismo tiempo, Prebisch otorga en sus últimos escritos cada vez mayor importancia a los elementos de economía política, llegando a afirmar: “Pero detrás del mercado, así como en el desenvolvimiento del Estado, están las relaciones de poder que configuran las grandes líneas de la distribución” (Capitalismo Periférico, p.91)
Hoy, cuando el problema de la desigualdad en América Latina y el Caribe sigue un desafío urgente, se refuerzan ciertas líneas de continuidad con los recientes documentos de periodo de sesiones de CEPAL, La hora de la igualdad y Cambio Estructural para la Igualdad, siendo la más importante la conciencia que el problema de la desigualdad económica y social no puede ser abordado sólo desde las medidas redistributivas, sino que debe insertarse en una estrategia de desarrollo amplia, que considere la inserción internacional, el modelo productivo, y las relaciones sociales subyacentes.
Antonio Prado: La economía política de la apropiación de los aumentos de productividad (2013 - 3:08)
Juan Pablo Jiménez - Política Fiscal: heterogeneidad y desafíos comunes en la región (2013 - 5:06)